El Churrinche: Ave Símbolo de Reta
En algunas zonas se lo llama brasa, brasita de fuego, bola de fuego, de acuerdo con el rojo brillante de su cabeza; en otros predomina la impresión de su canto y el nombre destaca la onomatopeya: churrinche. Esta especie presenta una marcada diferencia de color entre los sexos. El macho, presenta con una típica librea de vistoso rojo fuego en el copete y escarlata en el cuello, pecho y vientre; la hembra es gris cenicienta, con el pecho estriado.
El hábitat preferencial del churrinche -especie de amplia dispersión americana- son los montes densos y los claros de sus orillas, que le brindan ámbito propicio para la nidificación y alimentación. Se desplaza en matas y pastizales donde abundan los insectos. No es raro, además, que busque su alimento en arroyos y lagunas; esta inclinación por los lugares húmedos no aparece en otras áreas de su distribución, como México o los Estados Unidos, donde habita suelos áridos.
A la Argentina, el churrinche llega desde el norte al comienzo de la primavera. En las provincias centrales, y sobre todo en la llanura pampeana hasta Río Negro, encuentra terreno adecuado para construir su nido y reproducirse, para luego volver a emigrar; en otoño los primeros churrinches ya están en Colombia.
Actividad
El inconfundible "churruit", "churruit" del churrinche suele oírse acompañando el vuelo de despliegue. En este vuelo se eleva casi verticalmente haciendo un movimiento rápido con las alas desplegadas hacia el dorso; luego planea unos instantes y vuelve a bajar al mismo punto o se desliza entre los árboles.
Así continúa durante todo el día, un día que comienza muy temprano. De todos modos, su actividad crece entre la media mañana y el mediodía: una y otra vez repite los vuelos de despliegue, después se posa atento a la captura de un insecto, lo atrapa, regresa. El suyo es un vuelo corto, ágil y rápido.
Para cazar, primero se posa al acecho en una rama y en cuanto ve una presa se lanza hacia ella con un vuelo recto, pero antes de atraparla da varias vueltas en el aire. Después vuelve a su puesto de observación con planeos ondulantes y tranquilos.
El árbol es también su albergue nocturno, desde donde a veces se lo oye también cantar. Cuando debe enfrentar inclemencias climáticas muy rigurosas se lo ha visto utilizar como albergue troncos ahuecados por descomposición.
Biología general
El churrinche emigra a nuestro país en la primera o segunda semana de setiembre; a poco de llegar se constituyen las parejas, que algunos autores suponen que duran toda la vida. Durante el cortejo, el macho suele ofrecer un insecto a la hembra al tiempo que emite llamadas y agita las alas. Cuando ésta acepta la ofrenda, el macho intenta la cópula.Si casi siempre el macho elige el emplazamiento del nido, siempre es la hembra la que se encarga de construirlo y de acarrear los materiales necesarios.En octubre, o poco antes, la hembra hace la primera postura. Pone de dos a cuatro huevos en días consecutivos, (como la tijereta y el benteveo real, de la misma familia, en tanto que el benteveo común y el piojito, que también pertenecen a ella, lo hacen en días alternados). La hembra comienza la incubación antes de terminar la postura total. Durante la incubación que dura entre trece y quince días, el macho -que puede permanecer lejos del nido pero siempre dentro del territorio- le proporciona el alimento.Ambos padres se ocupan de alimentar a los pichones hasta después de dejar el nido. A veces dividen la tarea y cada uno se encarga de un hijo hasta que aprende a valerse por sí mismo.En el mes de abril, parten primero los adultos, preferentemente los machos; no lo hacen poco a poco sino que se van todos al mismo tiempo. Quedan los jóvenes, que ya a los dos meses comienzan a cantar. A fines de abril, es posible que a causa del frío del otoño, ellos también migren hacia el norte.
Bio-ecología
Sus depredadores naturales son las aves rapaces y los félidos.
CUIDADO PARENTAL EN EL CHURRINCHE
Se entiende por cuidado parental al conjunto de comportamientos realizados por los padres con el fin de aumentar la eficacia biológica de su descendencia (Clutton-Brock 1991). En aves, el cuidado parental comprende actividades como la construcción del nido, el cuidado e incubación de los huevos y la alimentación de los pichones (Silver et al. 1985). También se consideran formas de cuidado parental a la alimentación de la hembra por parte del macho durante la puesta y la incubación, la defensa del territorio y el empolle de los pichones (Verner y Willson 1969, Silver et al. 1985).
En las aves, el cuidado biparental es la estrategia más frecuente (Lack 1968). Sin embargo, aunque ambos padres participen del cuidado parental, es común que el esfuerzo y las actividades que realizan los individuos de la pareja no sean semejantes (Kendeigh 1952, Lack 1968). El cuidado biparental suele estar asociado a la monogamia (Lack 1968), y ésta al monomorfismo sexual (Payne 1984). Sin embargo, existen excepciones como el pinzón mexicano (Carpodacus mexicanus) y el cardenal rojo (Cardinalis cardinalis), que son especies monógamas, con cuidado biparental y sexualmente dimórficas en su coloración (Hill 1990, 1991, Linville et al. 1998). Según Verner y Willson (1969) y Baker y Parker (1979), en las especies con cuidado biparental en las que los machos son más coloridos que las hembras, éstos tienen una menor participación relativa en el cuidado parental que en las especies en las que los machos son similares a las hembras.
El Churrinche (Pyrocephalus rubinus, Tyrannidae) es una especie socialmente monógama (Fraga 1977) que tiene un marcado dimorfismo sexual de coloración. El macho posee un plumaje negro y rojo, sumamente llamativo, mientras que la hembra posee un plumaje estriado, de coloración marrón ceniciento (Ridgely y Tudor 1994). Esta especie se distribuye en forma discontinua desde el sudoeste de Estados Unidos hasta el centro de Argentina. En la mayor parte de su distribución los individuos son residentes, pero las poblaciones ubicadas en los extremos son migratorias (Wolf y Jones 2000). En la provincia de Buenos Aires, Argentina, los machos llegan al área de reproducción y establecen sus territorios durante el mes de septiembre (Fraga 1977). Poco después arriban las hembras y se forman las parejas reproductivas. Ambos miembros de la pareja participan en tareas de cuidado parental (Taylor y Hanson 1970, Fraga 1977, Wolf y Jones 2000), pero la participación relativa de cada sexo ha sido poco estudiada.
El objetivo de este trabajo fue evaluar la participación relativa de machos y hembras de Pyrocephalus rubinus durante la etapa de incubación de huevos y alimentación de pichones. Considerando el marcado dimorfismo sexual de coloración que tiene esta especie, se esperaba una menor participación relativa del macho en las actividades de cuidado parental.
Métodos
El estudio se realizó en la localidad de Lima, partido de Zárate, provincia de Buenos Aires (33°58'S, 59°19'O), durante los meses de noviembre y diciembre de 1999. El paisaje en el área de estudio es un mosaico de pasturas naturales e implantadas y bosques abiertos de tala (Celtis tala).
Se realizaron búsquedas comportamentales (i.e, utilizando la actividad de los miembros de la pareja como clave para la identificación de los sitios de nidificación) y sistemáticas de nidos de Pyrocephalus rubinus. En total se hallaron siete nidos: dos en puesta, tres en incubación y dos con pichones. Todos los nidos estaban construidos sobre ramas laterales de Celtis tala, a una altura de 1.84–1.89 m. Los nidos fueron visitados cada 1-3 días hasta el momento en que fueron predados, abandonados o hasta que los pichones completaron su desarrollo (aproximadamente a los 15 días de edad). Se filmaron tres nidos durante la incubación, dos durante la etapa de pichones pequeños (1–4 días) y dos durante la etapa de pichones grandes (8–12 días). Las filmaciones fueron realizadas por la tarde (de 15:00 a 19:00 h) y, en tres de los nidos con pichones, durante la mañana (de 06:00 a 11:00 h), totalizando 14.5 h de filmación.
El cuidado parental relativo de cada sexo se estimó a partir de las variables que se describen a continuación: (1) atención total: porcentaje del tiempo total en que al menos uno de los miembros de la pareja estuvo presente en el nido, (2) atención de la hembra (o del macho): porcentaje del tiempo de atención total en que la hembra o el macho estuvo presente en el nido, (3) incubación: porcentaje del tiempo de atención de la hembra en que ésta permaneció sobre los huevos, (4) empolle: porcentaje del tiempo de atención de la hembra en que ésta permaneció sobre los pichones, (5) frecuencia de visitas (hembra o macho): número de visitas al nido por hora realizadas por la hembra o el macho, (6) duración de visitas (hembra o macho): duración promedio de las visitas al nido realizadas por la hembra o el macho, (7) duración entre visitas (hembra o macho): tiempo promedio transcurrido entre dos visitas consecutivas al nido por parte de la hembra o del macho, (8) frecuencia de alimentación a pichones (hembra o macho): número de visitas al nido por hora en que la hembra o el macho entregó alimento a los pichones, (9) frecuencia de alimentación a pareja: número de visitas al nido por hora en que el macho entregó alimento a la hembra, (10) frecuencia de redistribución: proporción de casos en que la hembra entregó alimento a los pichones luego de recibir alimentación por parte del macho.
Resultados
Incubación
La atención total al nido fue de 61.8% (rango: 59.5–64.5%) y fue realizada en forma casi exclusiva por la hembra (Tabla 1). Durante su permanencia en el nido, la hembra dedicó la mayor parte del tiempo a la incubación de los huevos (rango: 98.0-98.1%). La frecuencia de visitas al nido fue notablemente mayor para la hembra que para el macho, al igual que la duración promedio de cada visita (Tabla 1). En esta etapa solo se registró un evento de alimentación de pareja en uno de los nidos. En el caso de los machos no se pudo calcular la duración del tiempo entre visitas (Tabla 1) dado que en dos de los nidos el macho sólo realizó una visita, y nunca visitó el tercer nido.
Tabla 1.
Valores promedio y rangos (entre paréntesis) de las variables
utilizadas para estimar el cuidado parental de hembras y machos de Pyrocephalus rubinus en Lima, provincia de Buenos Aires, durante la etapa de incubación. nc: no se pudo calcular.
PichonesDurante la etapa de pichones pequeños, la atención total al nido fue, en promedio, mayor y menos variable que en la etapa de pichones grandes (Tabla 2). La atención al nido del macho fue siempre menor a la de la hembra, quien dedicó un alto porcentaje de su tiempo en el nido a empollar a los pichones. La duración promedio de las visitas de la hembra disminuyó en la etapa de pichones grandes, pero siempre superó a la duración promedio de las visitas del macho, quien sólo visitó el nido para alimentar a la hembra o a los pichones. La duración promedio del tiempo entre visitas de la hembra fue similar en ambas etapas, mientras que la del macho fue mayor en la etapa de pichones pequeños.
Tabla 2.
Valores promedio y rangos (entre paréntesis) del tiempo dedicado a
la atención del nido y de la duración de las visitas y del tiempo
entre visitas de hembras y machos de Pyrocephalus rubinus en Lima, provincia de Buenos Aires, durante la etapa de pichones en el nido.
La frecuencia de visitas de la hembra fue baja en la etapa de
pichones pequeños, pero aumentó y alcanzó un valor similar a la del
macho en la etapa de pichones grandes (Tabla 3).
La frecuencia de alimentación de pareja fue mayor en la etapa de
pichones pequeños que en la de pichones grandes. En varias ocasiones
la hembra le dio a los pichones el alimento que recibió del macho.
Este comportamiento de redistribución fue frecuente en la etapa de
pichones pequeños y menor y más variable en la etapa de pichones
grandes. Dado que en la etapa de pichones pequeños la frecuencia de
alimentación de la hembra fue baja, la alimentación de los pichones
estuvo en gran proporción a cargo del macho, mientras que, para la
etapa de pichones grandes, la contribución de cada sexo fue similar.
Tabla 3.
Valores promedio y rangos (entre paréntesis) de la frecuencia de
visitas y de la asignación de alimento a los pichones por parte de
hembras y machos de Pyrocephalus rubinus en Lima, provincia de Buenos Aires, durante la etapa de pichones en el nido.
DiscusiónNuestros resultados indican que, aunque el cuidado es biparental, la hembra de Pyrocephalus rubinus permanece en el nido más tiempo que el macho, debido a que tanto la incubación de los huevos como el empolle de los pichones son actividades realizadas exclusivamente por ella. Sin embargo, el macho contribuye en la alimentación de su pareja y participa activamente de la alimentación de los pichones.
Los valores que hallaron Taylor y Hanson (1970) respecto a la duración promedio de las visitas de la hembra (384 s y 660 s), la duración promedio del tiempo entre visitas de la hembra (288 s y 186 s) y el porcentaje de tiempo de atención de la hembra respecto al tiempo total (63% y 80%) para pichones pequeños (recién nacidos a tres días) son similares a los rangos que hallamos en este estudio. Los valores de frecuencia de alimentación de hembras y machos hallados por Carothers (1974, citado en Wolf y Jones 2000) (3 eventos/h y 4.5 eventos/h, respectivamente) y por Taylor y Hanson (1970) (2.7 eventos/h y 1.09 eventos/h para hembras, y 3.7 eventos/h y 0 eventos/h para machos) también se asemejan a los que muestran nuestros resultados, a pesar de que los sitios de estudio se ubican prácticamente en extremos opuestos de la distribución de la especie.
La alimentación de pareja durante la etapa de pichones podría actuar como un aporte indirecto del macho al cuidado parental, ya que éste contribuye a la alimentación de los pichones a través de la hembra. Además, este aporte de alimento a la hembra podría permitir que ésta permanezca durante más tiempo en el nido empollando. Los machos de Pyrocephalus rubinus alimentan a su pareja con una frecuencia de 0.88 eventos/h durante la incubación. Este valor es comparable al hallado por Carothers (1974, citado en Wolf y Jones 2000) en Arizona (0.72 eventos/h). En otros dos tiránidos de la subfamilia Fluvicolinae (Traylor 1979), Empidonax difficilis y Empidonax oberholseri, la frecuencia de alimentación de la pareja es de 8 eventos/h y 6 eventos/h, respectivamente (Martin y Ghalambor 1999). En estas dos especies, los machos poseen coloración críptica, similar a la de la hembra (Howell y Webbs 2001). Estas diferencias son consistentes con la predicción de Verner y Willson (1969) y Baker y Parker (1979), quienes plantearon que en las especies con machos que realizan poco cuidado parental, éstos son más coloridos que en las especies donde los machos realizan mayor cuidado parental.
Los machos de Churrinche podrían estar involucrados en otros aspectos del cuidado parental que no han sido abarcados en este trabajo. Según Fraga (1977), el macho tendría un papel importante en la selección del sitio de nidificación. Además, en los casos en que se produce una segunda puesta de huevos, los pichones volantones de la primer puesta quedan a cargo casi exclusivo del macho (Fraga 1977). Además, a pesar de que ambos miembros de la pareja participan en el ataque a depredadores, los machos de Churrinche son sumamente territoriales y poseen comportamientos y despliegues a través de los cuales defienden su área de nidificación frente a intrusos de la misma o de otra especie (Taylor y Hanson 1970, Fraga 1977, obs. pers.). Por lo tanto, parte del tiempo que el macho no está en el nido podría estar dedicado al cuidado del territorio, comportamiento que también sería parte del cuidado parental.
En conclusión, nuestros resultados indican que el cuidado parental de Pyrocephalus rubinus difiere entre sexos. La hembra permanece un mayor tiempo en el nido que el macho y se encarga de la incubación de los huevos y del empolle de los pichones, mientras que ambos sexos alimentan a los pichones y el macho participa en la alimentación de su pareja.
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ResponderEliminarEs un pajaro muy hermoso y sus actividades son bien extructuradas
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